Acabo de poner la palabra “Fin” a mi última novela.
Pero no un fin y ahora toca corregir, corregir y corregir. No, ha sido un fin a todo eso. Ha sido un fin y ahora he de soltarla.
Me ha embargado un batiburrillo de emociones. Como esas sensaciones que nos inundan cuando nos despedimos de un familiar que inicia un viaje. Te alegras por él y te entristeces porque has de dejarlo ir.
Mientras hacía mis copias de seguridad y planificaba los siguientes pasos, he pensado las horas que se ha comido esta historia, los “ahora bajo”, “no, no me esperéis”, “me sumo a la próxima.” Y han sido muchos. Muchos. Creo que mi familia me entiende y me respeta, pero también creo que los decepciono. Y es que seguir el propio deseo es eso. Siempre hay otro que se decepciona, porque no sigues el suyo o porque hay otras expectativas que se quedan a la espera. Porque no estás.
Pero además de todo esto yo tengo una profesión. Otro trabajo. La mayoría de mi tiempo se lo lleva esa otra ocupación en la que mi mente ha de estar despejada, he de poder poner distancia afectiva y ser consciente de que eso es la vida real. Luego, cuando regreso a casa he de dedicarle tiempo a las cosas cotidianas y después escribo. Escribo cuando le resto tiempo a esa otra vida.
Suelo buscar mi espacio entre semana. Me pongo a escribir a una hora determinada: sobre las diez (antes si puedo) y reconozco que a veces pueden darme las tres de la mañana (el día siguiente es duro, sí). Cuando más escribo es en fin de semana y más de una vez me ha abducido el teclado y la pantalla de MAC porque no recuerdo hacer muchas cosas más.
¿Cuál es mi sistema? Soy muy metódica. No dejo nada al azar. Primero dejo que la historia fluya y crezca en mi mente. Escenas que, como en un esquema imaginario, me dan la pista de un guion. Luego construyo un mapa (sí, soy de mapa, aunque no siempre lo tengo todo pensado) y después me zambullo de lleno, como el que se lanza a una piscina para hacer unos largos. Requiere esfuerzo, mucho.
Lo que pretendo decir es que escribir cuesta. Cuesta sacrificar el tiempo con la familia, con amigos, con otras cosas… El deseo del escritor es perseguir historias; darle vida a otras vidas. En él hay algo pulsional que obliga a seguir en esa ola. Y la mayoría de las veces hay que hacer malabarismos con la vida particular, para que eso encaje. Es un trabajo que no pesa, que compensa y que duele mucho cuando alguien se aprovecha de él.
No sé por qué escribo. Cuando me lo han preguntado en alguna entrevista he tratado de decir algo coherente, algo que justifique mi pasión. Escribo porque me gusta, porque para mí es terapéutico, porque me hace sentir bien, porque lo he hecho desde siempre, porque me da la gana… Escribo porque a estas alturas del partido he aprendido a separar el grano de la paja, porque si una no sigue su deseo (no quiero ser redundante, pero aquí vendría bien eso de hacer lo que a una le da la real gana), hace las cosas por compromiso, si solo se está para cuando el otro quiere contar contigo y se deja para después lo propio, acaba llegando tarde.
No quiero enrollarme, solo quería contarte que he dicho adiós a estos últimos personajes, pero no te creas que tengo la mente en blanco. Estoy de duelo por ellos, pero los dejo ir. Me siento tan orgullosa de esta novela…, sin embargo, ya espera en mi imaginación otra aventura, otro romance que pide pista. Otra historia en la que los sentimientos y las pasiones son parte de la trama. Igual que su escenario: Barcelona. No es un secreto, me gusta ubicar a mis protagonistas en los mismos lugares por los que paso yo la mayoría de los días. Espero que cuando esté lista pueda mostrártela.
Así que seguiré con mis malabares, rascando tiempo al tiempo, creando escenas en mi cabeza para plasmarlas, quien sabe, en un texto. Soy una observadora de la vida y pretendo seguir en este mundo literario; ser escritora y no morir en el intento.
2 comentarios en «Cómo ser escritora y no morir en el intento.»
Hola Nuria, me siento muy identificada con esta entrada. En todo. La despedida de los personajes suele ser muy dura, sobre todo si la novela lleva mucho tiempo contigo y ha tenido una gran carga emotiva. Pero lo más difícil es tener que sacrificar horas de familia y amigos en pro de una historia en la que, al principio, solo tú crees. Mucha suerte y ánimos.
Gracias por tu comentario. Somos muchas/os los de los malabares 😊 Un abrazo y gracias por leerme.