Cuando empecé a escribir ESA LOCURA LLAMADA AMOR pensé en varios temas que quería reflejar: la situación de la mujer hacia finales del siglo XIX, las enfermedades mentales (sobre todo las neurosis y la locura histérica), su estudio y tratamiento, los primeros trabajos de Sigmund Freud antes de inventar el psicoanálisis y, por supuesto, qué pasaría sin juntaba a dos hijos de la burguesía catalana que no eran dueños de su destino. Todo ello ambientado en Barcelona y con un acontecimiento de fondo que transformó la ciudad: la Exposición Universal de 1888.
No pretendía profundizar demasiado en los aspectos teórico-clínicos; corría el riesgo de escribir un «caso clínico», en vez de una historia de amor aderezada por trazos de la realidad de la época. El marco histórico tampoco me permitía hablar de Freud, el psicoanálisis y aspectos de la psiquiatría que evolucionaron unos años después. Pero sí podía dar pinceladas de cómo estaba la salud mental en aquel momento; hablar de la lucha por la defensa de los derechos, sobre todo los femeninos y reflejar los cambios de la ciudad.
Estoy orgullosa del resultado. Diseñé una mujer fuerte, avanzada a su época; como tantas heroínas de novela, y un personaje masculino que lucha consigo mismo al caer en los tópicos neuróticos. El sí, pero no.
Al leer el libro cada cual puede sacar sus propias conclusiones, pero Esa locura llamada amor está tan cuidada que la mayoría de los lugares sociales que se mencionan existieron en aquel entonces: Almacenes el Siglo, el Círculo del Liceo, el Círculo Ecuestre o el hipódromo de Can Tunis en Barcelona, y el café de Les Deux Magots de París, frente a la iglesia de Saint Germain-des-Près, donde Gonzalo (en el verano de 1886) espera a Inés. Desde su creación, en 1885, este café fue un lugar de reunión de muchos intelectuales y puede considerarse un precursor del concepto de café literario. El café des Deux Magots convoca todos los años una temporada de premios literarios conocido como «el Prix des deux Magots».